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Aritz URDAMPILLETA OTEGUI, Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte . Master en Deporte de Alto Rendimiento (COE). Diplomado en Estudios Avanzados de Fisiología. Asesoría Nutricional y Deporte Adaptado, Centro Ergoactiv
La alta montaña y los cambios fisiológicos que en ella se producen son utilizados en el campo de la medicina como laboratorio natural para conseguir distintos avances. En el mundo del alpinismo son notorios los síntomas del “mal de altura” provocado por la altitud y que, en caso de que la situación se complique o se produzca un edema pulmonar, nos puede llevar a la muerte. Por esta razón, los estímulos periódicos de hipoxia son cada vez más utilizados hoy en día entre los montañeros profesionales para poder ascender elevadas cimas y evitar el mal de altura.
El montañismo es un deporte sumamente apreciado en Euskal Herria y, en la actualidad, los mayores éxitos y récords mundiales firmados por deportistas vascos han tenido como escenario la alta montaña, como es el caso de los logros de Juanito Oiarzabal y Edurne Pasaban.
Cada vez es mayor el número de personas que se atreven a ascender altas montañas, de tal forma que en estos últimos años han aumentado significativamente las expediciones organizadas a cumbres tan elevadas como la del Aconcagua (6.962 m) o la del Kilimanjaro (5.895 m). Sin embargo, muchos de los audaces montañeros o turistas que se animan a subir estas montañas no están habituados a las situaciones provocadas por la alta montaña. En consecuencia, con frecuencia padecen los síntomas del denominado mal agudo de montaña (MAM). Y, por si esto fuera poco, en estas situaciones aumenta exponencialmente el riesgo de sufrir un edema cerebral o pulmonar, ya que se ha demostrado que el MAM es uno de los antecedentes del edema cerebral (Schoonman, 2008).
Roberto Rojo “Gorri”, de camino a la cima de Gashembrum II, a 7650m. Después de estar 12 días en el campamento base y de hacer 3 intentos, lograron subir 1 vez al campamento de arriba (6100 m). Se enfrentaron a la situación usando los estímulos periódicos de hipoxia.
Para tratar de evitar estas situaciones, antes de realizar estos viajes suelen incrementarse las salidas a los Pirineos. Sin embargo, la orografía y la altura de estas maravillosas montañas no son suficientes para adaptarse a los cambios que se producen en el cuerpo a alturas superiores a los 5.500 metros.
El mal de altura, aunque sea agudo, se puede considerar como una enfermedad, que presenta los siguientes síntomas: dolor de cabeza, anorexia, náuseas, cansancio, mareos e insomnio (Dumont, 2000). Estos síntomas se presentan al ascender a alturas elevadas, incluso si se goza de un buen estado físico y de una buena salud. Dichos síntomas se empiezan a manifestar a las 6-10 horas de haber comenzado a ascender a la alta montaña (Hackett y Roach, 2001), y los síntomas más severos se dan a los 2-3 días (Peacock, 1998), sobre todo si se duerme a una altura superior a los 3.000-4.000 m.
Aunque el porcentaje de personas afectadas por estos síntomas es variable, el nivel de afección es elevado a alturas de entre 4.000-5.900 metros, en las cuales el 67 % los padece (Dumont, 2000; Wagner, 2006). El nivel de riesgo depende de la altura a la que se ascienda, la velocidad de ascensión, la experiencia previa en alta montaña y la capacidad adaptación de cada uno (Shneider 2002), y aumenta entre las personas que viven a menos de 500 metros sobre el nivel del mar.
Si no se hace caso de estos síntomas y se sigue ascendiendo o se prolonga esta situación, es posible que se produzcan enfermedades que pueden poner en peligro la vida del afectado, como son los edemas cerebrales y pulmonares (Peacock, 1998).
Hemos podido observar diversos casos entre nuestros montañeros profesionales en los que, como consecuencia de la altura, el trastorno de conciencia han puesto en peligro su vida. El mal de altura fue la principal razón de que, a finales de mayo de 2008, Carlos Pauner tuviera que dar la vuelta y regresar cuando se encontraba a solo 200 m. de la cima del Loche, ante la aparición de un edema cerebral, del cual logró salir vivo gracias a la oxigenoterapia. La mayoría de las muertes que se dan en la montaña son consecuencia de edemas cerebrales o pulmonares. Eso fue lo que provocó la muerte del montañero navarro Iñaki Otxoa el 24 de mayo de ese mismo año, cuando estaba a punto de coronar el Annapurna. Aunque acumulaba una experiencia de 16 años en las montañas del Himalaya, los edemas cerebral y pulmonar terminaron con su vida, después de pasar 6 días a 7.400 m. Estas situaciones podrían haberse evitado en caso de que hubieran preparado convenientemente los sistemas orgánicos justo antes de proceder a la ascensión de estas elevadas cumbres.
Existen diversas estrategias de aclimatación para la prevención del mal de altura. También se usan distintos medicamentos, algunos de ellos con efectos secundarios (Dumont, 2000). En general, se recomienda realizar una aclimatación progresiva y se defiende la teoría de que hay que “andar y entrenarse en altura y descender a dormir a baja altura”. Después de dormir a 3.000 metros, no conviene aumentar diariamente en más de 300-500 m. la altura a la que se va a dormir (Peacock, 1998). Diversos estudios han demostrado que los montañeros que más altas cumbres han ascendido o los que han ascendido montañas de más de 7.000 m son los que mejor aclimatación habían realizado (Pesce, 2005).
Gracias a los actuales adelantos tecnológicos, disponemos de la posibilidad de recibir estímulos de hipoxia sin necesidad de desplazarnos a altas alturas, bajando el nivel de O2 existente en el aire. Este sistema puede facilitar enormemente la prevención de los problemas que sufren los montañeros en la alta montaña.
Aunque la situación de hipoxia se puede conseguir de varias formas (utilizando sistemas químicos, añadiendo nitrógeno...), el método más adecuado parece ser el basado en medios físicos, que se consigue bajando el nivel de CO2 del aire, a la presión atmosférica del nivel del mar (nomobaria) y sin influir en la temperatura, nivel de humedad o incremento del CO2 del aire hipóxico.
Tienda hipóxica (GO2 Altitud). Utilizada en la investigación dirigida por Aritz Urdampilleta sobre “La utilidad de los estímulos para afrontar el mal de altura”, año 2010. Usada el mismo año por la expeción Gasteiztarra en Gahembrum.
Estos sistemas, como por ejemplo la tienda hipóxica, suelen llevar un pulsioxímetro como medida de seguridad, para controlar el nivel de saturación de oxígeno de la hemoglobina (%Sa02) . Así, estas tiendas de hipoxia permiten introducir en el controlador del sistema la saturación mínima de oxígeno de la persona que desee realizar su entrenamiento a una determinada altura, de tal forma que, si el nivel de saturación desciende en la tienda, el controlador aumentará la %O2.
Este sistema precisa de los siguientes materiales: tienda especial de hipoxia, compresor (para provocar la situación de hipoxia), controlador (para mantener los niveles exactos de oxígeno) y pulsioxímetro (para controlar el nivel de saturación de oxígeno de la hemoglobina de la persona).
A medida que desciende el % O2 del aire (a nivel del mar la concentración de oxígeno es del 20%), desciende también el nivel de saturación de la hemoglobina del ser humano (la SaO2 normal es de 97-98%). Con estos estímulos se consigue descender los niveles de saturación de oxígeno hasta el 80-85%, esto es, a los niveles que se suelen dar en reposo a una altura de 4.000-4.500 metros.
Lugar | Fase | Altura (m) | Número de montañeros | % SaO2 |
Aneto | Cima | 3404 | 4 | 86,9,9 ±3,4 |
Mulhacén | Cima | 3482 | 5 | 85,8 ±1,8 |
Plaza de Mulas (Aconcagua) | Llegada al campamento base | 4300 | 8 | 85,0 ±4,3 |
Plaza Canadá (Aconcagua) | Primera medición | 5000 | 8 | 79,2 ±7,7 |
Nido de Cóndores | Primera medición | 5250 | 8 | 74,2 ±6,5 |
Berlín | Primera medición | 6000 | 6 | 68,0 ±9,3 |
Berlín | Al ir a dormir | 6000 | 6 | 55 ± 6,4 |
La canaleta | Camino a la cima | 6500 | 4 | 68,0 ± 9,5 |
Aconcagua | En la cima | 6962 | 2 | 85,0 ± 2,8* |
Plaza de mulas (Aconcagua) | 10 días después en el campamento base | 4300 | 8 | 90,4 ±2,8 |
Tabla 1: Saturaciones de oxígeno tomadas en las cimas más altas de España y en expediciones al Aconcagua (6.962 m). (Urdampilleta, 2004). *Como consecuencia de la hiperventilación. |
Se han realizado diversos intentos de probar los beneficios que acarrea recibir estímulos periódicos de hipoxia antes de ascender a la alta montaña (Rodríguez, 1999; Richalet, 19992), pero estos intentos han sido realizado con distintos protocolos, esto es, utilizando la hipoxia pasiva (dormir o echar la siesta en cámaras hipobáricas). Para ello se han utilizado alturas de entre 2.500-2.800 metros, sin extraer conclusiones significativas. Sin embargo, se han realizado otros estudios a alturas superiores a los 4.500 metros que apuntan a que la recepción periódica de estímulos de hipoxia permiten mejorar la aclimatación y evitar el mal de altura (Muza, 2007; Stephen, 2010). En la actualidad esas son las líneas que se siguen de cara a la preparación previa de aquellos montañeros y turistas que se disponen a ascender altas montañas, así como para evitar posteriormente el MAM y sus consecuencias.
Actualmente se están investigando en Euskal Herria y en Barcelona los beneficios que puede acarrear un entrenamiento basado en situaciones más profundas de hipoxia periódica a los montañeros que se preparan para ascender a la alta montaña (Josetxo Aramendi en el centro Osasunkirol de Hondarribia y Aritz Urdampilleta realizando la tesis doctoral en la Universidad del País Vasco) y se ha podido comprobar que se puede evitar el mal de altura al dormir a 4.500 metros (Urdampilleta, 2010, datos sin publicar). Aunque las ventajas que estos estímulos pueden tener para montañeros y turistas sean muy importantes, aún es necesario continuar con más investigaciones en torno a este tema.
Principales referencias biográficas
Dumont L., Mardirosoff C., and Tramer M.R. (2000). Efficacy and harm of pharmacological prevention of acute mountain sickness: quantitative systematic review. BMJ. 321:267– 272.
Hackett PH, Roach RC. High-altitude illness. New Engl J Med 2001;345:107–14.
Muza SR. Military applications of hypoxic training for high-altitude operations Medicine Science Sports Exercise 2007;39(9):1625-31.
Pesce C, Leal C, Pinto H, Gonzalez G, Maggiorini M, Schneider M, Bartsch P. “Determinants of acute mountain sickness and success on Mount Aconcagua (6962 m)”. High Alt Med Biol 2005; (6):158-166.
Schneider M, Bernasch D, Weymann J, Holle R, Bartsch P. “Acute mountain sickness: influence of susceptibility, preexposure, and ascent rate”. Med Sci Sports Exerc 2002; (34):1886-91.
Stephen R, Muza B, Beidleman A, Fulco FS. Altitude Preexposure Recommendations for Inducing Acclimatization. Hight Altitude Medicine vs Biology 2010;11(2):87-92.
Wagner D R, Fargo J D, Parker D, Tatsugawa K, Young T A. “Variables contributing to acute mountain sickness on the summit of Mt Whitney”. Wilderness Environ Med 2006; (17): 221-8.
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